La pequeña Vilma ha sido ignorada siempre, hasta el punto de abandonarla en la perrera, como a un trapo viejo, inservible y gastado, donde fue rescatada del sacrificio inminente. Vilma no ha conocido jamás una triste caricia, ni un segundo de atención. No se tuvo nunca en cuenta la profunda adoración que siente por el ser humano, pese a ser ignorada por completo. Vilma es sencillamente buena, cariñosa, fiel y se emboba en los ojos de quien le haga un gesto lleno de ternura, le dedique una palabra amable o le regale una caricia. Tiene siete añitos y es cruce de chihuahua. Ahora, después de ser castrada, está buscando con urgencia un hogar donde pasar el resto de su pobre vida en buena compañía. Apenas come, sólo un puñadito de pienso, no ocupa apenas espacio y ofrece amor a raudales. Seguro que existe por ahí alguna persona especial que comprenda la grandeza de esta perrita y le ofrezca la ocasión de conocer la felicidad.
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